El Banco Popular fue fundado en 1926 y fue creciendo hasta ser en los años 90 considerado el banco más rentable del mundo. Hubo dos momentos claves que provocaron la estrepitosa caída de dicha entidad.
El primero fue a la par que la burbuja de 2002 en el que el Popular decidió meterse en el sector inmobiliario con todo lo que conllevaba, hipotecas suprime o basuras, el auge irreal de los activos del hogar, además de la peligrosa flexibilidad a la hora de otorgar créditos a empresas de recién creación, particulares poco fiables... en definitiva lo que le sucedió a la mayoría de instituciones financieras. En este caso tuvo mayor impacto debido a la gran masa de clientela que tenía. La principal consecuencia de lo explicado anteriormente es el gran porcentaje de impagos que se produjeron en el momento que los precios de los activos cayeron y los prestatarios no tenían dinero para pagar si quiera los intereses de la deuda, algo que hacían anteriormente a través de la concesión de nuevos préstamos facilitados por los mismos bancos que ahora por precaución no lo estaban haciendo.
Esta misma consecuencia fue la principal causa que llevó a los CEO de la entidad en 2016 a enunciar una macroampliación de capital de nada más ni dada menos que de 2500 millones de euros. Su objetivo era hacer frente a su morosidad y acelerar la normalización de su rentabilidad. Además de que el sector inmobiliario no fuese un activo tan importante.
Con todo esto la entidad no fue capaz de mejorar su situación teniendo que aplicar un ERE despidiendo así a más de 2500 trabajadores y cerrando 300 sucursales. Incluso reduciendo sus activos finalmente el director presentó su dimisión y a través de JP Morgan y Lanzard buscaron a algún comprador interesado siendo el valor de la empresa más bajo en bolsa. El Banco Santander se hizo con el 100% de su capital social siendo el año pasado el último para que los afectados reclamasen las acciones que compraron en la ampliación de capital de 2016.
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